domingo, 30 de junio de 2013

SIN CONVITE

 A Ángel Calvo, que fue un carnicero de La Zarza, cierto día le encargaron matar unos carneros para el festejo de una boda.

Tras pasar toda la mañana en la tarea, acudió a casa del Tío Tamborilero, que se encontraba a la salida del pueblo (en la carretera de Aldeadávila). Una vez allí, avisó a unos invitados para que le acompañasen a recoger la carne, pues ya iba llegando la hora del convite.

Al llegar al lugar donde se supone que debían estar los carneros, se quedaron con dos palmos de narices, pues alguien que se había dado mucha prisa, y que ya sabía lo que tenían de menú, se encargó de estar pendiente y darse prisa en hacerlos desaparecer. Por lo tanto, aunque, los de la boda continuaron con la celebración, no pudieron saborear esos suculentos carneros.

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