Posted by Isabel Martín Hernández in 10/12/2011
El abuelo Joaquín de Masueco acostumbraba a dejar las ovejas a dormir en la zona donde se junta el Duero con el Uces. Cierta noche comenzó a llover. Llovía y llovía, y aquello no paraba. Por ello, Joaquín se dirigió a cambiarlas de lugar, ya que el río las podía cubrir. Así pues, las subió más arriba. Pensando que allí estarían a salvo se fue tranquilamente para casa. A la mañana siguiente, cuando acudió al lugar, no quedaba rastro de las ovejas, el agua había cubierto todo.
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